Dada la cantidad de exposiciones realizadas sobre, a costa o a pesar de Vicent van Gogh (1853-1890) a lo largo del siglo XX, pero, todo hay que decirlo, con creciente encarnizamiento durante el último cuarto de dicha centuria, cualquier convocatoria sobre el malhadado pintor holandés produce, de entrada, temblor. Me refiero al temblor ante lo "esperado", que es mucho más terrible y agobiante que el que produce lo "inesperado", al que se le puede conceder, por lo menos, el beneficio de la duda. Permítaseme este comienzo tan retórico, pero es que está dictado para subrayar la excepción: esto es: que estamos ante una muestra de Van Gogh, que no quiere explotar su mito, sino comprender su obra. En este sentido, el comisario de la muestra, Guillermo Solana, se ha atrevido a centrar la atención sobre lo que produjo el artista durante sus
martes, 13 de noviembre de 2007
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