
Benito, esclavo moreno y morador del rancho de Pachacamilla en Magdalena, se dedicaba a atender a las víctimas de una epidemia de la fiebra amarilla, y a enterrar a los muertos. Sin embargo, él mismo sobrevivió la epidemia.
Una vez liberado por su amo, Benito se puso a pintar una imagen de Jesús crucificado en la pared de su habitación. Mientras pintaba, tuvo visiones y escuchaba música celestial. Al terminar la pintura, Benito murió. Su cadáver fue hallado intacto y sin haberse descompuesto.
Cuando el pueblo comenzó a venerar a la imagen, las autoridades ordenaron le destrucción de ella. El primer obrero encargado de borrar la imagen fue echado al suelo cuando intentó a comenzar su trabajo.
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