
Así se organizó novedosamente ese grupo folklórico con una expresión afroide y lenguaje ingenuo, pícaro y romántico. Tal sucede que, simulando su llegada a caballo a la Villa Rica de Oropesa, hacen su aparición de las inmediaciones del cementerio, afectados por la fiebre palúdica, tras su paso por altos picos nevados de Portachuela y Chonta, dan lectura a su característico “Bando”, agradeciendo por la acogedora y bulliciosa bienvenida, ofreciendo bailes modernos y trayendo su mensaje de amor “de un beso para las serranas solteras; así fueran barrigonas”, “un abrazo fuerte para cada vieja vanidosa”, “una esperanza para cada viuda”, “dos uvitas maduras y jugosas para cada muchacha quinceañera”, y “que su venida de cinco días será para besar, bailar, cantar y adorar al Niño Perdido por ser Dios de Dioses
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