lunes, 15 de octubre de 2007

LOS NEGRITOS DE HUANCAVELICA

Fue a principios del siglo XIX, donde las circunstancias brindaron a los mestizos ya numerosos en la población de la “Villa Rica de Oropesa”, la posibilidad de introducir esa su expresión “baile de los negritos”, con todas sus características, valiendose del razonamiento convincente para el párroco de la Iglesia “esos negros morosos, pecaminosos, lejos de estar barzoneando en Chincha, se les debe traer con látigo en mano para que vengan a regenerarse adorando al Niño Perdido y aprenden los mandamientos morales de la ley de Dios”.
Así se organizó novedosamente ese grupo folklórico con una expresión afroide y lenguaje ingenuo, pícaro y romántico. Tal sucede que, simulando su llegada a caballo a la Villa Rica de Oropesa, hacen su aparición de las inmediaciones del cementerio, afectados por la fiebre palúdica, tras su paso por altos picos nevados de Portachuela y Chonta, dan lectura a su característico “Bando”, agradeciendo por la acogedora y bulliciosa bienvenida, ofreciendo bailes modernos y trayendo su mensaje de amor “de un beso para las serranas solteras; así fueran barrigonas”, “un abrazo fuerte para cada vieja vanidosa”, “una esperanza para cada viuda”, “dos uvitas maduras y jugosas para cada muchacha quinceañera”, y “que su venida de cinco días será para besar, bailar, cantar y adorar al Niño Perdido por ser Dios de Dioses

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